‘Nebraska’, la maravilla del cine cotidiano

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Aún no he visto todas las películas nominadas a los Oscar de este año, pero estoy convencido de que la menos pretenciosa de todas ellas es Nebraska.

El primer guión de largometraje escrito por Bob Nelson le ha valido una nominación al Oscar, exactamente igual que a Alexander Payne, encargado de dirigir la pieza y con más experiencia en la materia. El mérito de que Nebraska sea tan sencillamente buena es de Nelson, de Payne y de unos actores brillantes.

A pocas películas se les puede atribuir justamente el tan manido adjetivo de «deliciosa«. Nebraska es una de ellas. Es la historia de Woody (Bruce Dern), un pobre diablo octogenario, que cree haber ganado un millón de dólares y decide ir a Lincoln (Nebraska) para reclamar lo que es suyo. Ni su mujer Kate (June Squibb), ni sus hijos Ross (Bob Odenkirk) y David (Will Forte) consiguen hacerle entrar en razón pero, finalmente, David se armará de paciencia y llevará a su padre a Nebraska.

En la película no hay grandes giros de guión, ni es necesario firmar un inverosímil pacto de lectura, pero el espectador quedará atrapado durante las casi dos horas de metraje. 115 minutos frente a una pantalla en blanco y negro viendo una historia sin grandes pretensiones. Sí, no suena atractivo, pero es de lo mejor que se puede ver últimamente.

La trama es simple, pero los personajes son poderosos. No solo se siente empatía hacia ellos, sino que percibimos muchos y distintos sentimientos a lo largo de la película: paciencia, rabia, impotencia, euforia, satisfacción. Todo ello en la frontera de drama y comedia. Genial la búsqueda de la dentadura en las vías del tren.

En el reparto, los secundarios brillan como familiares y amigos de Woody. Bob Odenkirk, después de ser Saul en Breaking Bad, muy mal lo tiene que hacer para no gustar y Will Forte se maneja mejor de lo previsto en el rol dramático. Pero los que realmente brillan son Bruce Dern y June Squibb. Han tenido «mala suerte» porque, aunque ambos están nominados al Oscar, en esta edición sus rivales son más que fuertes, así que sus opciones son prácticamente nulas. Pero, a pesar de que no se vayan a llevar la gloria de la estatuilla, pueden estar más que satisfechos con sus respectivas actuaciones. Ellos representan la vida cotidiana, la vida real.

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