12 años de esclavitud

Siento ser poco original pero cuando pienso en esclavitud en la pantalla me viene a la cabeza no una película, sino una serie de televisión que marcó a los adultos y niños, como yo, de los 80. Aquella historia de Kunta Kinte, un hombre libre que es capturado en su África natal para ser vendido en América echando Raíces, muy a su pesar, en el país de las oportunidades nos hizo sentir el dolor de todos aquellos que sufrieron tal infamia histórica. Ese recuerdo perdura en mi memoria por encima de otros intentos, Spielberg mediante, de acercarnos esa vergüenza nacional.

Steve McQueen, director inglés de origen afrocaribeño, consiguió en sus dos anteriores películas, tanto Hunger como Shame, mostrarnos con un estilo depurado el límite del sufrimiento humano, tanto físico como mental. Su ascendencia y su talento eran a priori una apuesta segura para narrar el episodio más oscuro de la historia americana.

Basada en la autobiografía del mismo título, 12 años de esclavitud (12 years a slave) narra el citado periodo vital de un hombre libre, Salomon Northup, que es secuestrado y vendido como esclavo a las tierras del Sur. Allí sufrirá todo tipo de penurias al pasar por varias plantaciones.

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Como era de esperar, la película muestra todo tipo de palizas y vejaciones descarnadas que afectan al espectador por mínima sensibilidad que tenga. El director opta por enseñarnos todas esas experiencias de manera cruda, casi aséptica, para que sea la audiencia la que juzgue el horror de los hechos, de tal manera que realice un ejercicio reflexivo sobre lo acontecido. Tan sólo la espléndida fotografía pictórica de Sean Bobbitt inspirada en Goya da calidez a la historia que, como el propio trazo del cinematógrafo, pretende ser un fresco no sólo de la historia personal que se nos cuenta, sino de la común sobre la que quiere dejar reflejo.

McQueen mantiene el estilo sin caer en el sentimentalismo, fácil opción ante la barbarie que nos enseña. Sin embargo, en un último momento de debilidad regala una concesión a la lágrima facilona -no sé si ante su propio sentimentalismo o el de las productoras- que contradice la sobriedad mostrada hasta ese momento. La escena final del reencuentro familiar sobra por gratuita e innecesaria. Y más aun cuando había cerrado el viaje de su protagonista con un precioso primerísimo primer plano de su protagonista sobre el carro que le aleja de la plantación y de la silueta de Patsy que se difuminan en la lejanía, lo que incide en la idea de que McQueen quiere que sus 12 años de esclavitud trasciendan más allá de esa supervivencia personal.

Con todo, y gracias también a unas brillantes interpretaciones de todo su reparto entre las que destacan, como no podía ser de otra manera, las de los sufridores Chiwetel Ejiofor y Lupita Nyong’o12 años de esclavitud es una notable obra. Dura y cruda. Aunque quizás no sea la obra maestra que deseábamos, y todavía esperamos.

Un comentario en “12 años de esclavitud

  1. Ya me apetecería polemizar contigo, Sergio, pero se ve que últimamente coincidimos bastante. A ver si estrena algo pronto Anderson y así creamos debate. En cuanto a 12 años de esclavitud es para mí la mejor película de su director con bastante diferencia, Creo que ese ejercicio de contención que siempre realiza McQueen le viene de perlas a esta cinta y ni siquiera el final me parece que juegue con la lágrima fácil. Yo quizás la valore con mejor nota que tú. Hay algún plano que se podría pasar en las escuelas no solo por bien ejecutado sino por atrevido.

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