American Hustle. La gran estafa americana

Se dice, se comenta, se rumorea que David O. Russell es un autor sobrevalorado. Yo puedo confirmarlo. Al menos esa es la opinión que me he forjado de él. Sobre todo cuanto mayor es el reconocimiento de su cine. Sus últimas obras han tenido una participación principal en las últimas entregas de premios, es decir, han tenido el reconocimiento tanto de la crítica como de los profesionales. Al menos eso parecía. Así, The fighter y Silver linings playbook –El lado bueno de las cosas-, lograron parabienes en todos los foros así como nominaciones y muchos premios para sus intérpretes. Ni una ni otra me pareció gran cosa. The fighter me parecía floja en el desarrollo de una historia ya de por sí emocionante con unos personajes totalmente desagradables con los que no empaticé en ningún momento. Ni siquiera con el teórico buenazo e insípido Whalberg ni con los más profesionales AdamsBale y Leo. Incluso los dos últimos consiguieron sendos Oscar a interpretaciones de reparto.

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David O Russell practicando su deporte favorito. Recogiendo premios.

La falta de sintonía con los personajes creados por O. Russell se repitió de manera más acentuada con Silver linings playbook. En este último caso ya no es que empatizara con sus desequilibrados protagonistas sino que directamente me provocaban antipatía. Tanto el enfermo Bradley Cooper como la desquiciada Jennifer Lawrence hicieron que quisiera que su historia de amor acabara mal. De hecho, así debía haber acabado pero hasta en eso no supo transgredir con lo establecido una típica comedia romántica que iba de otra cosa. Ni siquiera la proclamada resurrección de De Niro, que no fue tal, como padre adicto a las apuestas deportivas me enganchó lo más mínimo.

Seguramente estaba equivocado porque O. Russell volvió a colocar su película en todas las listas de nominadas y superó su anterior incursión (lo de colocar a Whalberg entre los nominados a mejor actor era un imposible) al conseguir que todo su elenco principal saliera nominado en las categorías actorales de los Oscar.  Y no sólo eso. Consiguió uno de los mayores robos de Oscar de la historia. Cuatro gritos y poses histéricas valieron a Jennifer Lawrence para convertirse en la actriz más joven en ganar un Oscar a la mejor protagonista.

Ahora llega American Hustle. Y de nuevo O. Russell lo ha vuelto a hacer. Ha ganado globos de oro, ha conseguido nominaciones en todos los galardones. Y en los Oscar, todo su elenco principal es candidato a un premio de la Academia. Christian BaleAmy Adams, en los papeles principales. Bradley Cooper y Jennifer Lawrence, en los secundarios.

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Titulada en España como La Gran Estafa americana, la película de David O. Russell, como su nombre indica, consiste en conseguir que una película del montón opte a todos los premios. Ese sería el resumen de una película bien ambientada, con un soundtrack espectacular pero con una trama sin ningún tipo de punch adornada con historia imposible de amor, desengaño y apunte social, la de unos estafadores obligados a colaborar con el FBI para pillar a un pez más gordo.

De nuevo, y creo que ya no es casualidad sino claro defecto, O. Russell crea unos personajes antipáticos a ojos del espectador a los que observamos desde la lejanía y que ni sus bondadosas acciones ni el buen hacer de Christian Bale, correcto pero nunca para una nominación y menos en un año tan duro como éste en su categoría, ni Amy Adams, lo mejor de la película, consiguen acercarnos. Para más inri, sus secundarios partenaires, Bradley Cooper y Jennifer Lawrence, repiten desquiciados personajes del anterior trabajo de O. Russell y, por supuesto, su actuación va a la par, lo que les acerca al premio una vez más, sobre todo a la segunda, ojito derecho de la absoluta mayoría y a quien uno no acaba de verle el punto. En realidad, me saca de él. Afirmación que actualmente se cataloga de herejía y se pena con la hoguera.

Cuando eso ocurre, cuando la historia que nos cuentan no nos hace identificarnos ni con ella ni con los personajes que nos presentan buscamos la fascinación de la imagen, el interés reflexivo o el mero entretenimiento. Ni el guión ni la dirección de O. Russell consiguen atrapar al espectador con la citada trama bufa alrededor de políticos semicorruptos, corruptos o de buen corazón. Se queda muy lejos del cine comprometido y apenas entretiene ante la falta de interés de sus personajes. Repito que seguramente esté equivocado. Seguramente. Visto lo visto, con las películas de David O. Russell, y con Jennifer Lawrence, siempre lo estoy.

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